La teoría del caos toma el Barça-Inter

Diego Izco (SPC)
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El partido se rompió tantas veces y por tantos lados que derivó en una de las mejores semifinales de la historia. La obsesión del PSG por tomar el campo contrario le da ventaja hacia la final

La teoría del caos toma el Barça-Inter - Foto: Albert Gea

La teoría del caos, por definición, analiza «tipos de sistemas complejos y sistemas dinámicos no lineales muy sensibles a las variaciones en las condiciones iniciales». No hay mejor forma de definir el Barça-Inter del pasado miércoles, un perpetuo homenaje a lo inesperado, lo volátil, lo espontáneo. Incluso cuando conocemos todos los detalles de cada futbolista, incluso con decenas y decenas de analistas y técnicos elaborando informes previos a un partido, todo salta por los aires en un taconazo inesperado a los 45 segundos, en la porfía de un lateral derecho metido a rematador, en la zurda de un chico de 17 años que solo entiende de 'variaciones', en un fuera de juego por la punta de una bota o en un misil que se estrella en larguero y luego es gol porque el portero ha volado hacia un imposible. La única forma objetiva de analizar lo sucedido en Montjuïc es la del caos: sentarse, disfrutar y no buscar explicaciones. Un espectáculo descomunal. 

Firme

Flick asume que puede morir, pero morirá según sus normas porque, en el deporte, es la única forma de caer con la conciencia tranquila. Ante este fundamentalismo, la teoría opuesta asegura que es mejor ganar aunque hayas traicionado tus principios. Pero hay algo altamente adictivo, magnético, en este Barça que con todo en contra sigue caminando al borde del abismo en un día ventoso. Ante un Inter magistral en la salida de balón, que tira paredes casi milimétricas a muchos metros de distancia, se empeñó en ofrecerle metros de espacio y ventajas porque era la única forma de encontrar huecos en la mejor defensa de la Champions: solo había encajado cinco goles y el Barça le hizo tres… a costa de encajar otros tres. 

Solo 17 años

Lamine solo tiene 17 años. Convendría comenzar y terminar cada párrafo con esta frase para no perder ni la perspectiva ni la magnitud real del futbolista. Quedarse en el jugador sin ver el recorrido que aún tiene por delante sería como decir «qué bonito perro» contemplando 'Las Meninas'. Hasta el último miércoles era un deslumbrante compendio de goles y pases y regates, porque jamás se nos habría ocurrido pedirle al niño que se echara al equipo a la espalda en una semifinal de Champions. Y lo hizo. Un tanto, dos disparos a la madera, siempre ofreciéndose, siempre activo y ambicioso. Hay que alejarse, tomar distancia, para ver la inmensidad del cuadro. Lamine, sí, solo tiene 17 años. 

Defender

El fútbol moderno decidió analizarse a sí mismo desde la belleza del ataque. Mirarse en el espejo mágico y preguntarse si hay «alguien que juegue más bonito que yo». Lo 'bonito', pensó, solo era lo ofensivo. La triangulación, los dos regates, el caño y la elástica, el golpe franco a la escuadra, una chilena… Pero el espejo, como le sucedió a la reina Grimhilde, puede darte la respuesta que no esperas. La manera que tuvieron Arsenal y Paris Saint-Germain de defender fue hermosa. Se lanzaron a la yugular del rival en su propio campo, taparon las salidas habituales, se dejaron el alma hasta el último suspiro y demostraron que la belleza del juego también está en la defensa. El cuadro inglés acosa, pero el francés ahoga. No es fácil moverse así, en bloque, con tanta personalidad. Arteta y Luis Enrique, hijos del 'cruyffismo', han creado dos equipos de autor conscientes de que, para tener el balón y hacer todas esas cosas 'bonitas', primero hay que quitárselo al otro. 

Dembélé 

Dembélé va de Dembélé: un tipo que vestiría de corto en una cena de gala y miraría con cara de despiste a los demás, convencido de que todos están equivocados. Luis Enrique sabe que eso no puede cambiarlo, pero trata de aprovecharlo. En lugar de constreñir sus movimientos a la banda, con las limitaciones que la línea de cal impone a los anarquistas del juego, le ha concedido la parcela central. Baja a recibir balones, irrumpe en el área, se asocia con los extremos… Ya que nunca hizo caso de las reglas establecidas ni los protocolos, 'Lucho' ha escrito un nuevo reglamento para él. Su agradecimiento han sido 33 goles y 12 asistencias en la 24/25.



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