La recién bautizada como guerra de los 12 días entre Israel e Irán terminó abruptamente a primera hora del pasado martes con un alto el fuego cuyas condiciones, 48 horas después de entrar en vigor, aún se desconocen. Atrás quedan cientos de muertos (la mayoría en la república islámica) y más incógnitas que certezas respecto a qué ha supuesto el conflicto para ambas partes.
La principal motivación del Estado judío para lanzarse al fuego, destruir las capacidades nucleares de Teherán, es la primera sometida a debate: mientras el Ejército hebreo asegura haber atrasado «años» el desarrollo del programa de la nación persa, informes cruzados de la Inteligencia de Tel Aviv y de Washington contienen ese optimismo.
El propio primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, compareció ayer por primera vez tras entrar en vigor la tregua para asegurar que sus fuerzas habían «relegado al olvido» el proyecto iraní, en una línea similar a la mantenida por el inquilino de la Casa Blanca.
«¡Las instalaciones nucleares de Irán están completamente destruidas!», escribió en redes el presidente estadounidense, Donald Trump, para responder a unas informaciones de la CNN y The New York Times, según las cuales la Inteligencia norteamericana habría determinado que los ataques no eliminaron las plantas de Isfahán, Natanz y la ultraprotegida Fordó, sino que solo retrasaron el enriquecimiento de uranio apenas «unos meses».
Estas afirmaciones despertaron la ira del neoyorquino, quien acusó a la prensa de «escoria» al intentar degradar el «éxito» de su ofensiva de la semana pasada. A su juicio, los bombardeos tuvieron «mucho, mucho éxito» y «allanaron el camino para la paz con un histórico acuerdo de alto el fuego».
Así, insistió en que la capacidad nuclear iraní está ahora «destruida» y descartó una «bomba» en el próximo período: «Lo último que quieren hacer ahora es enriquecer nada, quieren recuperarse».
No obstante, Trump anunció que su Administración «hablará» la próxima semana con la república islámica, abriendo la puerta a un pacto, si bien apuntó que no cree que sea siquiera «necesario» que Teherán se comprometa a nada ahora.
«No me preocupa si hay un acuerdo o no. Lo único que le pedimos es lo que le pedíamos antes, que no tengan armas nucleares», recalcó el estadounidense durante una rueda de prensa en la cumbre de líderes de la OTAN en La Haya.
Más allá del plano puramente militar y político, iraníes e israelíes han recibido la tregua con alivio, aunque pervive la incertidumbre ante el futuro.
Aunque aún lejos de lo habitual, la normalidad comenzó a instalarse ayer poco a poco en Teherán con un aumento del tráfico y más comercios abiertos que días pasados, para intentar pasar página a 12 días de bombardeos que causaron oficialmente 610 muertos y la huída de miles de personas de la capital.
«Me siento aliviada por el alto el fuego, pero también frustrada», dice Zahra, una profesora de secundaria de 32 años, que califica las últimas dos semanas como «un infierno». Cree que no hay un vencedor y que ambos han perdido demasiado.
Del otro lado, en Tel Aviv, familias enteras llenaron en las últimas horas la sala de llegadas del aeropuerto Ben Gurión, que ayer volvió a operar con normalidad por primera vez desde la escalada bélica, que causó 28 víctimas mortales del lado hebreo.
«Estoy contento de saber que hay un alto el fuego encima de la mesa. Yo no tengo nada en contra de los iraníes y sé que allí también hay mucha gente que quiere la paz», afirma un israelí que prefiere identificarse solamente con sus iniciales E.H.