Mayra Gómez Kemp fue pionera al convertirse en la primera mujer en presentar un concurso televisivo, pero esa estela de modernidad se ha ido resquebrajando con el paso de los años.
Actualmente, Arturo Valls, Juanra Bonet, Aitor Albizua o Roberto Leal son algunos de los titulares de los formatos en horario de máxima audiencia y como una gota en el océano, Chenoa acaba de presentar The Floor, y Lara Álvarez estrena esta noche La Conexión, ambas en RTVE.
Inercia, falta de riesgo, una perspectiva de género que asocia la figura masculina a la autoridad y la gestión de la tensión son algunas de las razones en las que coinciden expertas en comunicación consultadas para explicar que los hombres sean abrumadora mayoría en este sector.
Mayra Gómez Kemp fue la primera mujer en conducir un concurso en televisión cuando aún no existían las privadas, Un, dos, tres. Responda otra vez (1982-1988), el mítico programa ideado y dirigido por Chicho Ibáñez Serrador.
Tiempo después estuvo al frente de La ruleta de la fortuna, en manos de Jorge Fernández desde 2006, que ha ido equilibrando presentadores femeninos y masculinos.
La escritora y periodista Elisenda Roca (Barcelona, 1963) tomó el testigo de Gómez Kemp al ser la primera presentadora de Cifras y Letras (1991-1996); pasó a Los segundos cuentan y ahora es la voz de las preguntas de Saber y Ganar.
«Creo que se mantiene una inercia en la elección; se opta por personas solventes con un estilo propio y ritmo», señala Roca, que se queja de una falta de apuesta, de originalidad, algo que, apunta, también reflejan los programas que se emiten de noche.
Cristina Mateos, especializada en comunicación y género, no tiene ninguna duda en que habría que hacer un análisis de género en un área en el que las mujeres han tenido una presencia «muy irregular e intermitente» a lo largo de los años.
En la misma línea, Graciela Padilla, vicedecana de Política Científica y directora de la revista Investigaciones Feministas, incide en que la figura del presentador de concursos ha estado tradicionalmente asociada a varones, especialmente en los formatos de mayor presupuesto y visibilidad.
Una tendencia, según argumenta, que responde a una construcción cultural y mediática de la industria audiovisual que ha legitimado históricamente la autoridad masculina en los espacios de poder, que apuestan por modelos que ya han funcionado.
Refleja autoridad
Padilla reseña que la figura del presentador se asocia a la autoridad, la administración del dinero y las reglas, «atributos que la industria y la audiencia han vinculado tradicionalmente a la masculinidad».
La gallega Silvia Jato comenzó a leer a velocidad de vértigo en 2000 las preguntas del rosco de Pasapalabra. Cedió el testigo a Constantino Romero; después llegaron Jaime Cantizano, Manel Fuentes, Christian Gálvez y Roberto Leal. En 2008 la presentadora se hizo cargo de Fifty Fifty por poco tiempo.
La presidenta de la productora Fenix Media, Olga Flórez, muy vinculada en etapas anteriores a Mediaset, donde ha participado en la selección del conductor de Pasapalabra (Christian Gálvez) y ¿Quién quiere ser millonario? (Carlos Sobera), asegura que no ha vivido intencionalidad por parte de la cadena ni el entorno.
«Se seleccionaba a los mejores», aunque reconoce que habría que tener en cuenta la escasez de presentadoras de concursos y entonar «un mea culpa» en el sector.
Solo Waku Waku, con un recorrido intermitente hasta 2003, se mantuvo siempre en manos femeninas, Consuelo Berlanga, Nuria Roca y Rosa García Caro pasaron por él; mientras que una chispeante Ángeles Martín dirigió con gracia Sin vergüenza (1992-1993).
A pesar de ello, Padilla remarca que en los últimos años se han dado pasos significativos tanto en la televisión pública como en las privadas y hace referencia a los programas de telerrealidad, donde rostros como Sandra Barneda, Raquel Sánchez Silva o Lara Álvarez conducen en solitario algunos de los de mayor éxito.
«En igualdad hemos ganado mucho en los talent y en los coaching», sin embargo, en los otros concursos se busca una ausencia de emociones para crear un clímax de intensidad en momentos cruciales. «Se juega con un vestuario más formal y si los presentadores tienen canas y gafas, aún sin cristales, mejor».
«Falta riesgo», también sucedía en los telediarios, donde se ha avanzado en deportes y en la información meteorológica, «el que se atreve y rompe la baraja puede ganar», concluye Padilla.
Por su parte, Elena Neira, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, coincide en que se mantienen fórmulas televisivas clásicas aunque el contenido haya variado.
«Se suele innovar poco en los formatos que funcionan y los concursos son uno de ellos», e incide en que el perfil de la audiencia se concentra en una generación mayor que no percibe con naturalidad que no sea un hombre el conductor.
Por último, Neira también remarca que la falta de oportunidad favorece que haya menos profesionales femeninas curtidas en los concursos de entretenimiento. «En sus comienzos las privadas experimentaron mucho, pero ahora veo una inercia pura y dura».