Santos Cerdán caza mayor

Pilar Cernuda
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Muchos socialistas no podían creer hasta leer el informe de la UCO que el considerado serio y riguroso secretario de Organización formara parte de una red corrupta que hace tambalear al PSOE

El presidente, Pedro Sánchez, se defendió asegurando que nunca debió confiar en su ‘numero tres’ - Foto: Javier Lizón (EFE)

No es un dirigente cualquiera, ni siquiera un secretario de organización más. Santos Cerdán era un hombre fuerte del PSOE, como lo fue José Luis Ábalos. Cerdán no iba para político, aunque su familia tenía gran tradición socialista. A finales de los 90 se afilió y fue concejal de Milagros (Navarra) donde nació, vivió y tiene su casa. Se movía bien entre sus vecinos y como la mayoría de ellos tenía en la agricultura su medio de vida. Estudió una FP y con sus buenas dotes para la mecánica llegó hasta Ábalos y, más tarde, a Pedro Sánchez.

Su relación con Ábalos le cambió la vida. Hasta que se conocieron, centraba toda su actividad en Navarra, donde fue diputado foral. En 2014, Sánchez fue elegido secretario general del partido, cargo del que fue expulsado en 2017. Pero decidió presentarse a las primarias y recuperar el mando. Fue la oportunidad que puso a Cerdán en la línea de salida para formar parte del equipo de poder del nuevo PSOE, el sanchista, el más polémico y cuestionado de la historia. 

Para ganar las primarias de 2017, Sánchez emprendió un recorrido por toda España en su viejo Peugeot en compañía de Ábalos y Cerdán. Necesitaban un conductor y este último recomendó a Koldo García, al que conocía de los tiempos en los que este había ejercido como guardia de seguridad en un club navarro. Los cuatro no solo lograron que Sánchez ganara esas primarias, sino que un año más tarde consiguió convertirse en presidente de Gobierno. 

Contaba Sánchez con Ábalos en la Secretaría de Organización del partido, con Cerdán como segundo, y García como hombre para todo de Ábalos y del propio Cerdán. Amigos inseparables los tres, formaban parte del círculo político-personal de Sánchez. 

La historia a partir de aquí es conocida: Ábalos se convirtió en un poderosísimo hombre en el partido, obligado a dedicar gran parte de su tiempo a las labores del Gobierno. Un jefe del Ejecutivo que, obligado a formar una coalición con los partidos de extrema izquierda por su escasez de escaños, procedió a una transformación profunda que rompió el partido. No formalmente, pero sí socialmente. 

El PSOE perdió crédito y votos, y Sánchez se convirtió en el presidente con mayor rechazo social de la democracia. Pero ha resistido a todos los embates. Por fallos de la oposición, por supuesto, pero también porque ese círculo poderosísimo y de lealtad absoluta e incondicional promovió un sanchismo que levantó, por igual, pasiones y rechazo.

En ese escenario, el trío Ábalos, Koldo y Cerdán vio posibilidad no solo de influencia y de poder, que era inconmensurable, sino también de hacer negocio, sobre todo cuando Ábalos se vio al frente del Ministerio de Transportes.

Si los rumores sobre las presuntas fechorías de Ábalos y Koldo no tardaron en producirse, Cerdán sin embargo era considerado un importante trabajador del partido, un diputado serio, un hombre contenido. Por eso su actual caída no es una más. Hasta hace dos días era un personaje clave. Caza mayor.

Cita en bruselas

Cuando sustituyó a Ábalos al frente de Organización, Pedro Sánchez fue dando a Cerdán cada vez más cancha, hasta el punto de encargarle las negociaciones con un personaje fundamental para garantizar el Gobierno: Carles Puigdemont.

El primer encuentro que mantuvieron en Bruselas provocó que Cerdán se presentara ante la opinión pública y el partido como el hombre en el que más se apoyaba el presidente, el más fiable, el encargado de llevar adelante las operaciones más delicadas no solo del partido sino del Gabinete.

Una vez al mes se reunía con Puigdemont y nunca transmitió a nadie, aparte de Sánchez, lo que se hablaba. Las filtraciones que hubo, que fueron pocas, procedían siempre del huido y sus colaboradores de Junts. Con el tiempo, Cerdán se convirtió en una figura no solo poderosa sino el hombre al que se veía como el mejor representante del PSOE. 

Era el hombre que, sin levantar la voz ni buscar presencia pública, desde Ferraz movía todas las teclas del poder. El hombre al que nadie cuestionaba porque era el que cumplía con todo lo que se esperaba de un buen secretario de Organización. Tuvo además la inteligencia no enfrentarse con Ábalos. Nunca pronunció una frase contra su antiguo jefe y amigo, contra el hombre al que debía su carrera política, pero a nadie sorprendió que no lo hiciera.

En el punto de mira

La Justicia empezaba ya a actuar porque las noticias provocaban denuncias que obligaban a que la Policía Judicial, la UCO, se pusiera a investigar no solo a Ábalos sino a personas de su entorno. El silencio de Cerdán se interpretaba como signo de su habitual prudencia. La UCO, sin embargo, ya le tenía en su punto de mira. 

Había, sin embargo, un dato significativo: el PSOE le tenía en tanta consideración como hombre honrado que la simple aparición de su nombre en un medio de comunicación que publicaba una exclusiva era suficiente como para que automáticamente se descartase la credibilidad de esa exclusiva. 

Hasta que se publicaron las primeras filtraciones del informe. Ahí empezó el declive de la imagen de Cerdán, cuando empezaron a aparecer cifras, nombres de empresas, conversaciones entre Cerdán, Koldo, Ábalos... Cayeron las caretas. Pero hasta que el pasado jueves a muchos socialistas les costó asumir que formaba parte de la trama corrupta. 

Esa misma mañana, cuando entró en el Congreso, a los periodistas que le preguntaban por lo que a esa hora era ya más que un rumor, respondía que él podría explicarlo todo. Algunos, que mantenían una relación fluida, de confianza, y de mucho tiempo atrás con él, llegaron a dudar de que fuera cierto lo que se publicaba sobre su papel en la trama corrupta.

¿Conocía Pedro Sánchez esa trama? ¿Estaba relacionada con una presunta financiación ilegal del partido? Son las preguntas que se hace el mundo político desde el pasado jueves. Hay una sola certeza: Santos Cerdán conoce perfectamente las dos respuestas. 

Con seguridad no le ha gustado la frase que pronunció Pedro Sánchez cuando compareció ante los periodistas: «Pido perdón a los ciudadanos. Nunca debí confiar en él». En Santos Cerdán.



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