El gol de Fermín en el descuento lo empañó todo. Es ironía, claro, pero había algo poético y emocionante en el hecho de que fuese una pelota que Yamal puso en la escuadra la que sentenciara el título de Liga. Para muchos, y ninguno de ellos está equivocado, es el título de Hansi Flick: el estratega que lo ha revolucionado todo desde una situación precaria y ha logrado el triplete nacional, rozando la final de la Champions con la punta de los dedos. Para otros, y también aciertan, es la Liga de Lamine: un niño de 17 años que ha llegado para marcar una época en el fútbol. España nunca ha tenido un Pelé, un Maradona, un Cruyff, un Messi, un Zidane… Un genio, un icono, una figura de esa talla. La posibilidad de que este adolescente cuaje en algo así tiene al fútbol en vilo. Prácticamente nadie a su edad, rodeado de mayores dispuestos a cualquier cosa para evitarle la gloria, puso esas pelotas en la escuadra. El Barça ha ganado como bloque, y eso es 'culpa' de Flick. Pero el 'planeta-fútbol' ha ganado a una estrella. 

Estrellas

Los últimos meses de Mbappé, que va a ser Pichichi de la Liga porque a Lewandowsi se le acabó la gasolina, hablan del Madrid que viene. Aunque llegue Xabi Alonso con un manual de juego colectivo exquisito, en la página uno pone «en caso de duda, dársela a Kylian». Con el equipo lleno de bajas y el Mallorca defendiendo como los soviéticos en Stalingrado, asumió un liderazgo que se negó a sí mismo porque, suponía, debía compartirlo con Vinícius. Tiene la potencia física (en el arranque) de jugadores que tal vez nacerán dentro de 20 o 30 años, y eso le permite hacerse espacios que no existen para casi nadie. Y eso plantea un debate que suena a música celestial en los oídos del madridismo: ¿Optar por el 'plan Francia' y que 10 tíos trabajen a destajo para un individuo… o por el 'plan Alonso', cuya estrategia colectiva huele a victoria casi en cada partido? Cualquier respuesta satisface a una afición merengue que sabe reciclarse muy rápido después de los fiascos.