Hace menos de 10 meses de aquel anuncio: «Di todo lo que tenía. Mi cuerpo aún está preparado, pero mi corazón no está ahí. Siento que es la hora de dedicar toda mi atención a mi familia, y por eso he decidido retirarme del fútbol profesional». Emocionado, Wojciech Szczesny colgaba los guantes a los 34 años y agarraba los palos de golf y la cajetilla de cigarros, sus vicios favoritos, el confesable y el inconfesable, para iniciar en Marbella una vida lejos del profesionalismo.
Aquel mensaje que publicaba en sus redes sociales el 27 de agosto de 2024, dos semanas después de decirle adiós a la Juventus, incluía también una frase premonitoria: «Los sueños se cumplen. Llegué adonde mi imaginación ni siquiera podía llegar». Porque ni en los sueños más extraños cabía aquella llamada de su amigo Robert Lewandowski a finales de septiembre, cuando su 'jubilación' apenas tenía un mes de vida.
El 'nueve' azulgrana, con permiso del club y la connivencia de Hansi Flick, le comunicaba que Ter Stegen se había destrozado la rodilla para toda la temporada y que el Barça necesitaba un portero de sus características. Básicamente, tres: veterano, libre y de categoría. Miró a Marina, su mujer desde 2016 y su apoyo durante casi toda su carrera, y llegaron a un acuerdo. «Un año más, solo eso». Y ni en la imaginación más creativa y disparatada cabía lo que ha vivido en Barcelona en solo ocho meses.
De entrada, con toda lógica y paz, fue segundo detrás de Iñaki Peña. Pero Flick, a pesar del apoyo de José Ramón de la Fuente (entrenador de porteros) al alicantino, no le consideraba un guardameta de primer nivel para su proyecto. Con toda la campaña por delante y la convicción del alemán de que podría lograr grandes cosas, la crisis de noviembre-diciembre se llevó por delante a Peña, de 26 años. El 4 de enero, en un partido copero ante el Barbastro, Szczesny debutaba oficialmente como jugador del Barça… y lo que parecía un 'premio' relativo, un detalle sin importancia, iba a convertirse en el comienzo de algo grande: ya no se movió.
Ayudó, en parte, la tercera sanción interna (por llegar tarde) a Peña, o la tensa conversación que a comienzos de febrero mantuvieron Flick y el portero español durante un entrenamiento. El polaco ya se había adueñado de la portería y había levantado su primer título: una Supercopa de España en la que una acción suya (expulsado en la segunda mitad) evitó que la goleada al Real Madrid siguiera creciendo. Se quedó en un 5-2. Sus actuaciones generaban dudas, pero el Barcelona seguía sin perder. El debate duró poco, y el germano lo gestionó 'a la alemana'. «¿Problemas con Peña o Szczesny? No hay ninguno. Son profesionales».
22 partidos
El 'gigante' de Varsovia se quedó con la titularidad en todas las competiciones y sumó 22 duelos consecutivos sin perder (19 victorias y tres empates) hasta el 3-1 de Dortmund, lo que supuso la cuarta mejor marca de un debutante en la historia del club tras Cesc (30), Paulinho (25) y Cruyff (23). En esos 22 choques encajó 18 goles y logró 12 puertas a cero. Y, lo más importante, su carisma creció en la grada y en el vestuario: una figura implicada en el proyecto, un tipo paternal para los jóvenes.
Sus lágrimas del pasado domingo en Montjuïc después de ganar al Real Madrid (4-3) fueron la consecución de ese sueño. «Siempre intento controlar mis emociones y no mostrarlas, ni positivas ni negativas. Pero después del pitido final, fue muy difícil para mí. Fue maravilloso», decía a Canal Plus Polonia. Apreciado por Deco, respaldado por Flick, hoy maneja una oferta de renovación hasta junio de 2027 (uno fijo más uno opcional). Ter Stegen será el número uno. Ahora decidirá Marina si, como dice su marido, sigue o no «en el mejor equipo del mundo. Se está construyendo algo muy importante para el futuro».